25 noviembre, 2009

LA MUÑECA DE MIS MANOS ( PÁGINA Nº SIETE)

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Lola Dispuesta era toda una empresaria. Tenía ingenio la chica; ganaba tanto dinero que no sabía ya donde invertirlo. Tenía su propia marca de protector solar, salas de masajes de todo tipo, diseñadora de ropa, etcétera. Con razón era la espalda mejor pagada y con más trabajo, aunque cobraba más como puta que como espalda. Lola Dispuesta era una chica de lujo, estaba en cualquier punto del mundo a la hora que la citases; claro está, ese servicio había que pagarlo. Era como un ave, pasaba más tiempo con los pies en el aire que posados en tierra firme.

El primer día la cité en un Hotel rural de L’viv. Cercano a su país y su pueblo natal. Me preparé para recibirla, suponía que me reconocería, por ser el anfitrión cuando nos conocimos, y quizá le incomodara tal situación; pero también era una profesional y que de todo le habrá ocurrido ya. Imaginé que con mi charla y mi saber hacer, ella terminaría por relajarse gracias a la melancolía que le provocaría estar tan cerca de su niñez. Lo conocía casi todo de ella, no me sería difícil mantener unas cuantas charlas de interés donde compartir opiniones e inquietudes entre copa y copa de vino, aguas termales burbujeantes, caricias de placer. Entre tanto hacíamos el amor tantas veces. Ella se entregó por completo y me contó su vida en verso.

El segundo encuentro fue algo más relajado. Me encantaría estar un día entero contigo –dije-. ¿Podrás pagarlo? –preguntó-. Tú pones el precio –contesté-. Por la mañana conocimos la ciudad, su gente, por la tarde vimos ponerse el sol en un parador, degustamos teatro, cervezas y cine, bailamos, y contemplamos el amanecer en el balcón del hotel. Fue medio día y aún estaba, tumbada en la cama, preparando un baño. Me dejó su teléfono personal sobre el espejo del baño, cuando el vapor de mi baño, empañó el espejo, surgieron como por arte de magia. Cuando la llamé por tercera vez, tomó mi llamada al toque. No llegó a dar el primer tono. Supe entonces que la cita iba a ser en mi casa. Comencé a preparar el quirófano para cuando cayera plácida la espalda más hermosa del mundo.


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