13 mayo, 2009

PENSAMIENTOS DE SUPERMERCADO.

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Encargado.

¡No lo puedo creer! Me han despedido de un día para otro. Nos hacen trabajar en fiestas, aún sabiendo que nunca se hizo nada de caja en estas fechas. No hay derecho. Saben que todo el pueblo está en la fiesta. Pero a nosotros nos joden haciéndonos venir a currar para nada. ¡Qué son ya veinte años trabajando para este supermercado! Me he recorrido todas las secciones; de repartidor de ofertas a encargado y el sueldo prácticamente el mismo. ¡Joder Mario, pareces nuevo! Eso son fallos de principiante. Mira que olvidarme del pedido de pollos de la tarde. Treinta cajas Mario. Treinta cajas.

Era perfecto. Abrir por la mañana, por si hubiera de venir algún jefe a fisgonear, y por la tarde a las vaquillas. Cuando veo a mi madre con el móvil en la mano, en mitad de la plaza, gritando como una loca. Mario. Mario. Mi jefe por la otra línea enterándose de todo: “Ayuda al chico del camión a descargar los pollos y mañana ven para abrir caja y recoger tu taquilla. Estás despedido”. Pues que sepa usted Niño Juan, que se puede meter mi finiquito por donde guste. Anoche por fin tuve un sueño, y esta mañana despertó con un sabor diferente. Mañana me marcho de aquí. ¡Qué maravilla si Nora dijera sí; que se viene conmigo! Nora calculadora.


Pescadero.


¡Qué resaca tengo! El pequeño tamborilero correteando por mi cabeza.
Joder qué frío hace en esta cámara. ¡Madre mía! Hoy no viene el del hielo y el jueves no hice pedido doble. Pues con este calor no sé como voy a pasar el día. Bueno, así tiro este pescao de una vez. “La pescadería ha de llegar al cuarenta por ciento”. Que se den con un canto en los dientes por el nueve que consigo. Con la mierda de pescao que he de vender. Si la gente supiera realmente lo que consume. Lleva esta palometa más tiempo en este super que el reponedor.

¡AAAAh! Mi cabeza.

Si que han quedao blancas las anillas de calamar con la friega de bicarbonato, y las sepias. ¡Joder, qué huele aquí! Las almejas. Esta las tiro ya. Los boquerones y las sardinas echan hoy ya el último día. Total fin de semana, fin de fiestas, no creo que hoy venga mucha gente. Otra vez a operar de cataratas los besugos. ¡Sólo me falta ponerle Mercromina en las agallas a las merluzas. Contigo voy a hacer mojama. Oh, se me olvidó descongelar lenguados para hoy. Bueno, va, date bulla que ya son las siete y media y aún no has empezao. Primero el hielo.

Buenos días Señora, japuta. ¿Querría usted japuta buena? , o mejor un besugo para su marido. Besugo. Le puedo quitar las escamas, hacérselo filetitos para la planca, con un poquito de aceite, ajo y perejil. Merluza. ¿Quiere Merluza. Se la puedo hacer taquitos para con una salsa verde. Japutas, merluzos, besugas, morralla todos sois.

Tenía que haber dormido algo. Cómo me duele la cabeza. El paladar aún me sabe a whisky, y tengo los ojos reventados en rojo vena_ roja. Hoy, igual no voy a desayunar y echo una cabezadita en el almacén y si me duermo, ya me despertaran. Estoy pa morirme.


Carnicero.

Vaya papeleta tengo ahora. Y soy yo el que tiene que decidir. Este supermercado querían cerrarlo hace ya tiempo. Desde que mi compañero se ahorcó aquí, esto no ha vuelto a ser igual. Lo de Mario sólo es una escusa. Puedo llevar dos conmigo, con la condición de trabajar fuera. Sesenta y cinco kilómetros ida, sesenta y cinco vuelta. Cada día. Media hora menos de sueño. Una hora menos de vida durante el resto de mis días.

Me doy miedo a mí mismo cuando pienso estas cosas. Temo que algún día las cometa.

Uno de estos sábados de última hora, que vienen todos en grupo a repasar los inventarios, cuando mis compañeros se fuesen y me quedase a solas con ellos, los invitaría a pasar a la sala de despiece. Una vez allí, sería muy fácil convencerles a pasar dentro de la cámara frigorífica. Cuando todos encerrados, manejarlos uno a uno, sería coser y cantar. Mejor dicho, despiezar y cantar.

Primero el niño cursi del Señor Don Juan. Los demás podrían seguir la función a través del cristal de la ventana de la puerta, para que se fuesen haciendo a la idea de lo que les ocurrirá a ellos. El primer gancho se lo clavaría en la quijada, con el segundo uniría sus manos atravesándolas por el centro de las palmas, y con el tercero haría igual por sus talones y así unir su pies. Después lo elevaría poco menos de un metro y medio del suelo. Le provocaría un pequeño corte en el cuello para que desangrase poco a poco, hasta perder la conciencia primero, y súbito después la vida. Ajarle las vestiduras, y despellejarle toda la mitad de su cuerpo, desde la nuca hasta los tobillos. Sacaría uno a uno, delicadamente, cada músculo. Los limpiaría y trocearía frente sus ojos. Haría chorizo. A Don Juan lo trincharía por la mitad con la sierra mecánica y le daría a comer a García y a Suárez el escroto y la molleja. A ellos los adobaría, o para hamburguesas, o salchichas, o albóndigas. Molerías sus huesos y dientes y los compactaría en pastillitas de sustancia para el puchero. El problema es que no sabría qué hacer con sus ropas.

Terminé el mostrador. Marcho a tomar café.


Panadera.

¡No! ¡No puede ser! Olvidé enchufar los arcones al terminar de limpiarlos y ahora todo se ha echado a perder. ¿Qué voy a vender hoy?

Creo que algún que otro pan puedo rescatar, y estas barras… Las chapatas mejor no. ¿Bollería? Estos cruasanes, me invento magdalenas de todo tipo y los donuts… está bastante bien. Fin de fiestas.

¡Que bueno lo de mi Paco que por fin se va a estudiar fuera! La…Lala…La…Lalala…La…



Charcutero.


¡No sé de donde voy a sacar tanto dinero! Cómo he podido ser tan idiota. En menos de una semana he perdido más de lo que gano en un mes. Me he pulido la nómina entera en una estúpida tragaperras.

¡Oh! Con un poco de suerte… Suerte yo. ¡Claro que si! Aún tengo tiempo hasta el próximo inventario, y sino me revisan, dispongo al menos de seis meses.

Estos tres jamones, más estos tres quesos, también estos lomos ibéricos, cogeré vino, y algún whisky que ahora pasaré en la basura hasta mi coche. Me curro unas cestas. Ya sé incluso en qué bares venderlas. Bueno a otra cosa mariposa. Ahora si que está todo listo. Me marcho a desayunar.


Cajera.

Tengo que dejar de hacerlo con Bernardito; y menos aún en el baño del Super. Nunca más sin preservativo. Creo que estoy embarazada. Quizá parte de culpa tengan los nervios por los exámenes finales, o lo de mi madre, o cómo decirle a Bernardito, que cuando se pase el verano me marcharé... y si estoy embarazada... yo quiero seguir estudiando. No me quiero quedar en el pueblo de cajera toda mi vida. No quiero ni pensarlo. Como María y Ricardo que se casan el mes que viene; veintidós años. Para que luego pase como con Mario, que a la mínima te despiden después de toda una vida trabajando para ellos. Con los pies hinchados como botas, las piernas se me están llenando de varices, y cada noche soñando con el pi pi pi pi pi de la maquinita. Los códigos de barras se me antojan barrotes de celda. ¡Pero qué estoy diciendo! Ya deliro. Bueno, cajas abiertas, yo me marcho a tomar café. Antes me paso por la farmacia y me quedo más tranquila.


Frutero.


¡Qué tarde se me ha hecho. Hoy me coge el toro. Menuda borrachera agarré anoche. No he oído el despertador, menos mal que ayer lo dejé todo casi listo por que sabía lo que podía ocurrir.

La cantidad de fruta que hay ahora, y de verduras y hortalizas. Me falta mostrador para tanto género. ¿Esto es la globalización o la evolución? De todo en todas partes y a cualquier momento, da igual si es invierno o verano.
Bergamotas, caquis, palta, berro, cardo, hinojo, repollo, zapallo, ananá. ¡Madre del amor hermoso! Concentración.

Albaricoques, ciruelas, cerezas, fresas, caquis, melón, sandia, platanos, pomelos, naranjas de mesa, de zumo. Las manzanas y sus distintos colores aquí, junto las peras de agua y las de San Juan. Aceitunas, alcaparras, cebollitas, altramuces, banderillas dulces y picantes, acelgas, apio. Pepinos y tomates y ajos y pimientos; todos juntos pal gazpacho, perejil, champiñón. Lo demás todo bien. A desayunar. Soy un crack.


Reponedor.

Encargado de almacén me llama. Será gilipollas. Se piensa que voy a estar aquí toda mi vida, aguantando mierda día tras día. Yo me largo de este pueblo. En cuanto aprenda un oficio, eso si… después… hasta el infinito y más allá.

Bueno, pensemos. Mañana es sábado, vísperas del fin de semana. Necesito gomina, espuma de afeitar, oooh! Nuevo perfume de Máximo Dutti; tendremos que probarlo. Esto aquí en la mochila, ahora en los repartos colaré el alcohol para el botellón. ¿O las saco entre los cartones y llamo al Balilla para que se pase a recogerlas? Vaya a ser que el tonto este, aun despedido, se ofrezca a acompañarme en los repartos.

Yo no sé por qué no se va para su casa, que sigue aquí currando por algo que no le van a pagar. Lo peor va a ser descargar los camiones, porque sólo con el flojo del cajero. Es más corto que las mangas de un chaleco.¡Bernardito!.. pero ¡JODER!, se tira a la cajera en el baño. Pues como folle igual que descarga, no lo quiero ni imaginar. “Perdóname Andrea, si quieres puedes poner la pierna aquí, y si me permites pasar la mía hasta aquí; ¡verás! La penetración va a ser total”. Hay capullos con suerte, con mucha suerte.

Inventario terminado para el sábado. Ya sólo los pasillos; así tempranito para el parque y botellón fresquito, que sienta mejor que los pagados. Es lo que más me gusta de este curro, mi sobre sueldo. Parece que un supermercado se abre totalmente gratis cada día para mí. ¡Qué se jodan! Para la mierda que me pagan y las horas que hago. Mira, hablando de horas. Hora de desayunar.



Cajero.


Esto que me pasa con Andrea no es normal. Creo que se me escapa de las manos, me supera, me emociona, me falta confianza en mí para soportar tanto amor como me ofrece Andrea. Ella va a seguir sus estudios, y espero que lo haga. Porque… qué puedo ofrecerle yo o el pueblo para un ser como ella. Se marchará de aquí. Aunque… cajero puedo se en cualquier lugar, y si allí no hubiera supermercado, inventaría una tienda.

Que bien le sientan las mentiras a mi cabeza. ¿Qué iba a hacer Andrea con un lastre como yo, sino ir más por el suelo? Despacito. Ella querrá volar alto. Sino para qué volar.

Se lo puedo proponer. No tengo por qué ser una china en su zapato, y si me dice que no… pues… Me encantó conocerte, deseo que seas muy feliz donde quiera que vayas. Qué puedo perder. Si de todas formas se marcha lejos, y quien sabe si es para no volver jamás nunca.

Menos mal, hoy no hay camión que descargar; puedo ir a desayunar con ella. Se lo propondré entonces. Quizá sea algo violento. Hemos de pasar el resto del tiempo hasta su marcha… uno al lado del otro, caja con caja. No soportaría un no como respuesta. Ánimo valiente. Atrévete valiente. Si lo que quiere es volar, que no sea por falta de alas alcanzar con ella el cielo.



Camarero del bar de enfrente del supermercado.


¿Qué les sucederá a estos hoy? ¡Nadie habla con nadie! Y Mario. ¿Dónde estará que nunca faltó a desayunar? Ecepto el charcutero que sigue jugando a la tragaperras. De dónde sacará este hombre tanto dinero. Sólo Dios sabe el dinero que esta semana lleva ya perdido.

Ahora cuando venga Mario le preguntaré qué sucede. El chaval es el único que vale de todo el supermercado. No sé que harían sin él.

También puede ser por la resaca; el pescadero tiene la cara desencajada, como siga apretando de esa manera la mandíbula se partirá algún diente. Y Román el carnicero, la mirada que tiene hoy no me agrada ni un pelo, este es uno de esos días que tiene mirada de loco… AAAAAAAAAAh! ¡Joder cómo quema el café! Dos de azúcar, leche templada, media de jamón y queso. Zumo de naranja natural. Café bombón. Sólo con hielo. Carajillo con Soberano. Batido de cacao y napolitana de crema. Marchando. Hoy juega el Atleti, a las diez. Y mi Paco... mi Paco durmiendo todavía... Yo no sé cuando deje las faldas de su madre lo que va a ser de él. Mi Paco, nos va a quitar la vida... y veremos a ver la chica cómo nos sale. Luisa... deja ya el supermercao, que yo vendo el bar y nos vamos pa Benidorm, que estos hijos nuestros terminarán sacándonos los ojos.



Primera cliente del día.


Como me aburre cocinar tres veces al día. ¿Qué como hoy? Carne, pescado, un purecito de verduras; no sé. Hago gazpacho y unos filetitos de palometa a la plancha con aceite, ajo y perejil. Y para cenar… sándwich vegetales con atún y huevo duro, y pimientos rojos asados. El día que me toque la lotería, contrato a una cocinera, y que sea ella la que se caliente la cabeza cada día con la comida de la olla. ¡Cómo no tengo ya problemas de los que ocuparme en la vida, como para preocuparme también por la comida! ¿Blanco o casero? Mejor integral. ¿Será fresca esa palometa?


Cajera de la banca más cercana al supermercado.


¡Será descarado! ¿Pero qué se habrá creído? Se piensa que porque lleve viniendo cada mañana durante un mes, con su sonrisa azul y sus ojos de labio; se piensa que yo estoy triste tras este mostrador. Quizá está algo confundido. Siempre acierto con el dinero que le preparo para cambio. Como dice él “somos telepatéticos”. ¿Pero que le hace pensar que yo voy a dejar todo esto para irme con él? ¡A conocer mundo! ¿Qué quiere decir eso? Mochila pa´rriba, mochila pa´bajo. Aventuras también. ¡Pero qué loco que está! No podemos estar así el resto de nuestra vida. Eternos exploradores… aquí no tengo nada… más que este mostrador… Este Mario, cómo me ha liao. No puedo creer que dude tanto. Nora déjate de tonterías. Llevas diez años esperando este puesto. Esto de Mario son sueños más tontos que locos. Le han despedido, está eufórico, emocionado, pronto se le pasará. Seguro… y… este pueblo, tampoco está tan mal… ni los chicos del pueblo.

¿Por qué no? Entra al despacho del director sin llamar. Das un fuerte golpe sobre la mesa y le dices al señor Berenguer: Métase el mostrador por donde mejor le quepa. Y este par de tetas que tanto le incomodan, están hinchadas y gordas de tan hartita como me tienes pedazo de gilipollas. Me voy. Sin su permiso cojo la puerta; hasta más nunca por siempre jamás volvernos a ver. Y pegas un portazo.

Nora la exploradora se va a descubrir el mundo.

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