03 abril, 2009

PORQUE NO SE DEBE MATAR DRAGONES

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En mi pueblo existía una tradición por estas fechas que nos rondan. El Domingo de Resurrección toda la gente del pueblo solíamos irnos al campo, Caña Larga, El Pozo el Abuelo, La Zarzuela, dehesas cercanas al pueblo. Buscábamos el mejor de los chaparros por su sombra, montábamos el chiringuito, se encendía hoguera, nos comíamos el hornazo guardando el huevo cocido para el final y los anises de colores para el principio; el bizcocho, la mayoría de las veces para las hormigas. Se solían juntar distintas familias para formar una gran fiesta y ahorrar. Los barones que ese año cumplían siete años debían matar un lagarto que orgullosamente toda su familia comía en la tarde antes de recoger.

Para ser un hombre de pueblo en un pueblo de hombres se debía matar un lagarto, y para eso te adiestraba tu padre. Durante toda la semana anterior te enseñaban a manejar el arte de la varilla, la piedra y el palo.

El lagarto es uno de los animales que más fuerza tienen en sus mandíbulas, que aunque carecen de dientes, muerden y muerden presionando hasta más no poder, aplastando a su victima para engullirla entera después. Aunque se les conoce como animales de sangre fría pierden los nervios muy fácilmente y huyen despavoridos buscando un refugio. Suelen esconderse en pequeñas oquedades del terreno o de los troncos de los árboles; adoptando la postura de defensa en U, ofrecen su cola como reclamo o cebo mientras su cabeza está despierta, atenta y dispuesta para atacar. Sólo has de meter la varilla para que el lagarto la muerda hasta más no poder, luego has de tirar fuerte (el lagarto queda enganchado en la punta de la varilla por no querer nunca soltarla), y ahí es donde entran las dos formas o maneras para acabar con el lagarto; bien lo lanzas contra una piedra que anteriormente has colocado cerca para la ocasión o contra el suelo, rematándolo al instante con un garrote que portas en la otra mano.

El día que me tocó cazar el lagarto para mi familia estaba muy emocionado, ilusionado por el acontecimiento. Esperé todo el día a que el sol comenzara a caer para que los adultos dieran el comienzo de la cacería. Mi padre me seguía de cerca. Sólo tuve que levantar cuatro piedras para dar con un lagarto. Son fáciles de reconocer las madrigueras de los lagartos. Era tan grande casi como mi antebrazo, sin contar su rabo. Corría tanto como yo. Terminó por esconderse a los pies de un viejo chaparro. Mi técnica era tan perfecta que fue dicho y hecho. En sólo tres gestos di muerte al lagarto.

Algo dentro de mí volcó, giró, cambió. Cuando me detuve a contemplar la escena, no podía imaginar que yo hubiera sido capaz de hacer aquello. El animal sobre la piedra con la cabeza reventada por un certero garrotazo, con el rabo agonizando las últimas coleadas; mientras mi padre me levantaba en alto orgulloso de mí, sin dejar de abrazarme y reír.

Estuve durante toda la ceremonia y su celebración sentado en una piedra mirando al suelo, lejos de todos. Entonces se acercó ella. Creo que era algo más pequeña que yo, cinco o seis años. Traía un libro en la mano. Dijo que era un regalo para mí. El cuento se llamaba “Porque no se debe matar un dragón”

No puedo evitar cuando llegan estas fechas recordar aquello. Hoy por hoy sigo volviendo al pueblo por estos días. Se perdió ya esta tradición de matar dragones, quizá porque ya no quedan.

El próximo martes 7 de Abril, pillamos vacaciones para ver a la familia. Recordarles a mis sobrinos que tienen un tito, que hay días que aparece y otros desaparece; y que en lugar de matar dragones, los crea y les da vida.

Deseo y espero que paséis la mejor de las semanas y las que quedan por venir. El 14 de Abril vuelve cada martes a La Cueva del Gato “Esta noche merece un desCuento”. Nos vemos en los bares. Gracias a todos por existir.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Puede ser que alguna vez hayas contado este cuento en la cueva del gato?? Creo habertelo escuchado


Sete

Miguel Fo dijo...

Nunca pretendió ser un cuento, pero si que conté esto en La Cueva. De entre todas las costumbres que tiene mi pueblo, esta me parecía la más absurda, y las tiene; de todos los colores. Un besazo Sete, con todo el sol de Graná.