25 marzo, 2009

LA NOCHE AL FINAL SE HIZO DÍA

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CuentodesCuento improvisado en La Cueva del Gato el Martes 24 de Marzo

LA NOCHE AL FINAL SE HIZO DÍA


Hubo una vez un pueblo, lejos de la mano y el alcance de todo cuanto conocemos. El pueblo estaba rodeado por una espesa, intensa, una niebla tan pesada que costaba respirarla y la luz no la conseguía penetrar, era la plena oscuridad absoluta. La llamaban “El Olvido”, pues decían que quien intentó atravesarla y consiguió regresar no recordaba nada. En aquel pueblo, por encima de todos, sobre la cima de su atalaya vigilaban atentas las almenas de los torreones del castillo de Don Dinero, le llamaban así porque literalmente cagaba dinero, dependiendo de lo que comiese cagaba de un valor. Tenía bajo sus órdenes un ejército que superaba al total de los habitantes del pueblo, tres veces más.

Transcurrían tiempos aciagos, la tierra escaseaba limitada como estaba por la niebla; no había comida para todos y la necesidad hacía mella en la felicidad de las gentes del pueblo que, discutían y entraban en conflicto por las lindes de las tierras, las amenazas pasaban a ser hechos. El que observaba el cielo convocó a todo el mundo en la Plaza Mayor y habló de este modo al pueblo:

- Quizá no sea el más valiente ni el más capaz para esta misión, pero lo voy a intentar. Mañana amaneceremos con un día de tres noches (el que observa el cielo adivinó un eclipse total que duraría toda una mañana, por lo que la noche, o la oscuridad sería presente durante treinta y seis horas). Hemos de intentarlo entonces. Invadiremos el castillo por sorpresa. Los soldados estarán desconcertados por tanta oscuridad. ¿Quién está conmigo?

Nadie estaba con él. Nadie creía que un día pudiera traer tres noches. A demás, una vez dentro del castillo cómo iban a luchar contra soldados; hombres mujeres y niños. El que observa el cielo volvió a hablar.

- El castillo debe tener anexo algún pasadizo bajo la tierra capaz de atravesar la niebla sin riesgo, sino, cómo Don Dinero puede alimentar a su ejército. También se conoce la existencia de un escarabajo color verde manzana y piel de escombros. Cuentan de él que está atrapado por un preservativo o dos (no se sabe muy bien). Pero es por ello nuestra cárcel de niebla, si lo liberamos del preservativo desaparecerá este yugo que nos consume y nos enfrenta los unos con los otros.

El pueblo volvió a oponerse, los más ancianos opinaban que eso eran pamplinas, no eran más que cuentos infantiles. Pero esta vez hubo quienes levantaron las manos en señal de apoyo ofreciéndose a acompañarlo. Con vosotros me basta. –Concluyó diciendo el que observa el cielo.

Al amanecer, se encaminaron hacia el castillo de Don Dinero. Querían estar a los pies de la atalaya antes de que anocheciera por primera vez. Pasaron la noche observando y contemplando los alrededores del castillo para dar con el mejor flanco por donde penetrar al interior de la fortaleza. Nadie ecepto el que observa las estrellas, era consciente del tiempo que había transcurrido. Supo que debía estar amaneciendo, ahora sería el momento, en el cambio de guardia, cuando los vigilantes descubran que no amanece se generará un desconcierto en el que bajaran la guardia. Pero nada se movía en el castillo. Nada.

El que observa el cielo avanzó entonces y todos los demás le siguieron a una. Lentamente avanzaban como las sombras hasta que escalaron todo el muro. Cuando llegaron arriba descubrieron que nadie vigilaba. No había ningún soldado sobre la muralla o en las almenas. Deben estar dentro protegiendo todos el castillo. –Comentaron algunos-. El que observa el cielo se dirigió hacia las puertas mayores del castillo y las abrió de un golpe. Todos se asustaron por el ruido ensordecedor que los grandes portones hicieron al abrirse. El que observa el cielo intuyó que no habría nadie y que jamás lo hubo, y estaba en lo cierto.

Registraron todas las habitaciones del castillo de arriba a bajo, buscando pasadizos secretos que les comunicase con el mundo exterior. Un cactus en un rincón de un enorme salón les llamó la atención al carecer este de sombra. Al tocarlo, la pared de enfrente se movió y aparecieron unas escaleras que descendían hacia la oscuridad. La escalera iba a dar a una sala con siete puertas. En cada una de ellas había una especie de acertijo, y una frase esculpida en la piedra de la pared rezaba sobre todas las puertas: “Si abres una, las otras todas desaparecerán”.

El que observa el cielo decidió abrir la puerta en la que se podía leer: “Al final la noche se hizo día”. Sucedió que todas las puertas desaparecieron y de esta surgió un escarabajo de color manzana y piel de escombros luchando por librarse de un preservativo que tenía enfundado en la cabeza. Cuando lo liberaron; el escarabajo echó a volar, abriéndose todo el techo de la sala subterránea a cielo abierto. Las tres noches habían pasado. Brillaba fuera el sol.

De regreso al pueblo para contar todo lo que había sucedido, detuviéronse, allá, en lo más alto de la atalaya descubrieron que la niebla se había disipado. La leyenda del escarabajo era cierta. Eran libres por fin. Muchos marcharon del pueblo en busca de nuevas tierras, otros se quedaron aprovechado la tierra que otros abandonaban.
Todos comenzaron a observar el cielo, descifraron su lenguaje. Cada uno eligió su estrella y no dejó de observarla en la noche, pues todos aprendieron que aunque sea un ínfimo puntito trémulo de luz, titilante en el infinito, no es la absoluta oscuridad. Igual que dentro de nosotros, aunque nos invada o nos inunde el miedo, no nos debe paralizar, pues todo es movimiento. Valor no nos falta, al menos para intentar cualquier cosa, pues… Al final la noche se hace día y al revés.

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