28 enero, 2009

LA HADA DE LAS FLORES

Capítulo 3: La leyenda de la mujer morena.

Tashada se presentó ante todos. Quedaron atónitos, sorprendidos por su regreso, no dejaban de preguntarle. Querían que les explicase cuanto hubieran visto sus ojos. Mientras relataba los detalles de su aventura, todos escuchaban atentos las palabras de Tashada, ecepto Tércom, el más anciano del consejo, que distante permanecía a tan importante recibimiento. Desconfiado, temeroso de los acontecimientos que se auguraban. Días inciertos y aciagos, como las negras nubes que rondaban desde hace tiempo el bosque.

Tashada por fin pudo descansar. Se retiró a su flor e intentó dormir. Un temprano ruido llamó su atención. Era Magana, que como cada día, con las primeras luces, se levantaba para bajar hasta las tierras de los oscuros Carabans a por miel. Hacía tanto tiempo que no la despertaba el trajín de los cacharros de cocina; que le resultó gracioso, se desperezó, y se levantó para desayunar con Magana. ¿Vas a por la miel, verdad? ¿Te puedo acompañar? –Preguntó Tashada-. Deberías. –Sentenció Magana- Así vas aprendiendo el oficio de Hada para cuando tengas que mezclar tú la miel con el agua.

¡Eso es! –Gritó Tashada-. Los Carabans fabricaban la miel con las flores que recolectaban los Melintros y los Dorrums, y los Fijarros la custodiaban. Las Hadas debemos mezclar la miel en agua de rocío y verterla al estanque de las Cavernas Gemelas. Magana trató de calmar a la emocionada Tashada. De siempre se ha hecho así, ¿qué te sorprende ahora? –Dijo sonriendo Magana-. De un tiempo a esta parte, las cosas han cambiado un poco. El agua de rocío con miel ya no se vierte al estanque de las Cavernas Gemelas, sino al lago de las Hayas. Para no haber de utilizar tanta. Apenas si los Carabans tienen reservas miel. Se quejan de que un día no quedará miel para el agua y todo se acabará. Entrarán las nubes negras en el bosque, y todo cuanto conocemos, perecerá.

Tashada no dejaba de repetir:” la miel, el secreto está en la miel”. ¿Por qué se dejó de poner miel en el estanque de las Cavernas Gemelas? Magana respondió serena. Hace ya una eternidad, El hombre quiso dominar todo cuanto tocaba. Asaltó, arrasó, avasalló, invadió, asesinó. Tampoco respetaba el agua, como despreciaba la tierra. Pronto, fue casi imposible recolectar flores. Si no era por una guerra era por que la tierra, ya no era tierra sino escombros, ripios, sucedáneo. Envenenaban el agua para así acabar con la gente del lugar antes de conquistarlo por la fuerza bruta. La miel comenzó a escasear. El Consejo acordó utilizar la miel para consumo de la comunidad. Despreciando al hombre y sus acólitos como ellos hicieron con nosotros. Cuando la miel se acabe, el agua dulce será maca, pudriéndose toda. Beberla será como tragar lodo, purines. Todo moriría.

¡Por eso! – Respondió Tashada aún más emocionada-. Ahora que todo está calmado, debemos devolver la miel a su cauce. Para que renazca la vida. Es demasiado tarde, para renacer nada. Sólo nos queda la perpetuación cuidando cada uno de lo suyo. –Interrumpió Magana desolada-. Nosotros de la miel. No podemos desaprovecharla, y menos en los hombres, que pronto olvidan todo. Tashada supo entonces, que ahora estaba sola. Debía hacerlo sola.

Estuvo callada, observando atenta en cada momento. Fue amable y cortes con los Carabans, simpática con los Melintros y los Dorrums, era insignificante frente un Fijarro.

Cuando iban a marchar, Tashada pidió permiso a Magana para hablar, y esta se lo concedió.

He observado que hay Fijarros que no transportan aljibe de miel. Supongo que por que se les vació. Para qué cargar con algo vacío. ¿Por qué no juntan todos los aljibes en uno sólo? Ahorrarán miel. Por ejemplo. Ven este barril de agua. Si separamos este barril de agua en dos cubos, y uno de esos cubos lo repartimos en estos vasos, y damos un vaso de agua a cada Fijarro. Seguimos teniendo la misma cantidad agua, ¿Verdad? Mañana, cuando volvamos a por miel. Veremos que ha sucedido con el agua del vaso.

El vaso contiene menos cantidad de agua que el barril, por lo que se calienta antes y su evaporación es más rápida. Tashada sabía que la tierra de los Fijarros era muy caliente, y por eso no se extrañó cuando, sorprendidos, los Fijarros le contaban como el agua había desaparecido del vaso, en cambio la del cubo, a simple vista, no parecía que le faltase ni una gota de agua. Por eso se ha de guardar la miel en cuantos menos recipientes mejor, y, sacarla de este lugar tan caluroso. –Dijo segura de sí Tashada-.

Así se hizo. La miel se guardó en dos grandes aljibes, en una cueva fresca, cerca del territorio de los Caravans y los Fijarros que siempre estaban custodiando la entrada. Tashada continuó con el plan. Si era diminuta para un soldado, seguro sería invisible a los ojos de un Fijarro. Comenzó a robar miel del aljibe de reserva. Sabía que tardarían bastante más en descubrirla, pues a simple vista, igual que al cubo de agua, le faltaría miel, pero disponía de mucho más tiempo y de mucha más miel hasta entonces.

Poco a poco, día tras día fue mezclando la miel con el agua de rocío, y después a las nubes. Embadurnando una a una cada nube. A cada lluvia, repetía la operación, años tras años, sin levantar sospecha.

Un día fue sorprendida dentro del aljibe de miel. Un Carabans vino por sorpresa para hacer inventario. Tashada era tan ágil y veloz, que aún cargada de miel, pudo escapar. Los Melintros y los Dorrums corrieron la voz por todo el bosque. El consejo ordenó inmediata e imperiosamente su busca y captura. Será fácil encontrarla –dijo Tércom-, sólo hay que seguir el rastro de colores, de vida que tras de sí va dejando.
Tércom tenía razón. Tashada en su ir y venir repartiendo miel por las nubes, había sembrado verdes caminos con flores de todos los colores que a cada lluvia renacían. Se formaron charcos de agua tan grandes como pequeños lagos.

Murum, el guerrero del viento, dio con Tashada en menos de una jornada, arrebatándole las alas como castigo, y condenándola a ser eterna peregrina de los caminos que ella misma había creado. Tashada se convirtió en la mujer errante.

Cuenta la leyenda de la mujer morena, que este mundo que hoy conocemos es gracias a ella, pues aún sigue caminando, fabricando su propia miel, repartiendo sonrisas con la boca, reponiendo los colores y los olores de la primavera por donde pisa. Compartiendo la miel como su sonrisa.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Dulce sonrisa la de la mujer errante!
Que con su pelo azabache, su caminar y su semblante hace recordar que la magia esta a nuestro alrededor sñr. ¿ummmmmmmmm? del blanco guante jijijiji (si vale! he hecho trampa! pero es que tengo prisa y no tengo aguante! jujuju)

Maldo^^,