28 enero, 2009

LA HADA DE LAS FLORES

Capítulo 2: El estanque de las Cavernas Gemelas.

En mi bosque aún quedan colores vivos, olores alegres y reflejos despiertos. La sombra refresca, la luz renace. El viento juega con los detalles, cambiando mínimamente el paisaje a su paso. La gente… la gente. Tashada quedó callada, mirando fijamente al suelo.

Todos se sorprendieron cuando Tashada preguntó a la Tortuga cómo podía llegar al pueblo de Allí.Es una empresa muy difícil la que quieres emprender si pretendes llegar a Allí. Has de caminar una luna entera. Atravesar el negro desierto del Abismo. Bajar la garganta del Lobo, tan profunda que la tierra aún sangra por la herida. Entrar por sus abrasadoras fauces al cuerpo de Serpiente. Hasta dar con la pared de Dios. Debes superarla antes de que caiga la luna nueva por el horizonte, pues ese será el camino que has de tomar para llegar Allí. Si no, deberás de esperar otra luna nueva, y quizá esta, no sea tan acertada, y termines perdida en la inmensidad de la Nada.

Tashada contó a todos por qué había dejado su hogar y lo que la había impulsado a encontrar esta ciudad. Por alguna extraña razón, sentía que debía conocer aquel lugar. Partió pronto cuando la Tortuga le comunicó que si no quería esperar la siguiente luna nueva, esta luna nueva le llevaba tres días de ventaja. Un Azor se ofreció llevarla sobre él dos noches. El Azor voló lo más rápido que pudo durante dos días seguidos. Extenuado, calló al suelo dulcemente. Dos águilas los alcanzaron al tiempo; una regresó con el Azor, la segunda continuó transportando a Tashada hasta dar alcance a la Luna, que ya entraba por la Boca del Lobo. Un cóndor arribó con un topo y un tejón, expertos en túneles, laberintos y subterráneos, para ayudar a Tashada a cruzar el cuerpo de Serpiente. El cóndor regresó a Aquí con la segunda águila. El Topo y el Tejón llevaron sana y salva a Tashada en un tiempo record al otro lado de la serpiente, justo hasta la pared de Dios. Nadie ha conseguido superar la pared jamás. Al menos que haya vuelto para contarlo. Has de seguir tu sola. Nosotros debemos volver. –Explicó el Tejón a Tashada-. Deseamos que cumplas tu destino.

Tashada dio las gracias y despidió a sus amigos. Contempló la inmensidad de la pared, su vista no alcanzaba a ver el final. Cuanto más subía, más frío hacía. En lugar de sangre, parecía que tuviera alfileres punzándole la piel a cada latir. Comenzó a faltarle oxígeno, sus músculos comenzaron a entumecerse. Perdió la conciencia, precipitándose libre al vacío como una piedra dejada caer. Un ganso la recogió, delicadamente, como una nube de plumas, devolviéndole el calor y la vida. El Ganso abrigó en su plumaje a Tashada, y comenzó a elevarse, justo por donde los últimos rayos de luna caían perezosos por detrás de las sombras.

Al superar la pared de Dios, fue recibido con un fuego rotundo. Miles de proyectiles alcanzaron al Ganso, hiriéndolo de mortal necesidad, abatido al instante, cayó inerte al suelo como el plomo. Derrumbado, en el suelo, fue rematado hasta la saciedad. El esternón del ave, salvó de los mortales impactos a Tashada, que sobrevivió a la aniquilación. Con gran pena, abandonó el cuerpo del ganso, y pasó inadvertida al interior de la megaciudad.

Su distribución y sus dimensiones, eran prácticamente iguales. El centro de la ciudad era una gigantesca reserva de agua dulce y alrededor de ella se levantaban unos majestuosos edificios fortificando todo el complejo interior. Los vigilantes que custodiaban los edificios más altos, advirtieron al Ganso nada más sobrepasar la pared, abatiéndolo sin contemplaciones.

Tashada esperó, como hizo en Aquí, a que el ocaso acercara al parque a todos los animales, pero ninguno acudió. Observó entonces, que todos los animales de Allí, eran domésticos o estaban encerrados en rediles, cuadras, pocilgas, establos. Se acercó a una granja e intentó hablar con las gallinas; estas, al verla, montaron tal alboroto, que el granjero comenzó a gritar: “Callaos estúpidos animales, o mañana seréis carne de puchero”. Tashada fue entonces a hablar con un par de vacas que rumiaban tranquilamente es su establo. No te contestarán. No son animales muy listos las vacas. –Habló el caballo-.

El Caballo contó a Tashada, que en el pueblo de Allí, todo estaba sometido a la mano del hombre. Controlaba la tierra, el agua y los animales. Llevando a la extinción toda vida innecesaria, a su criterio, que pudiera consumir una sola gota de agua. Cuando Tashada le contó su aventura al caballo, este le habló también sobre la leyenda viva de la que toda la ciudad hablaba, el único pez que habitaba aquellas aguas. Era tan viejo como astuto. Se contaba de él que había vivido en los tres mundos, cuando había mares por encima y por debajo de la tierra.

El Pez ya estaba esperando a Tashada cuando esta llegó a la orilla. Sabía que vendrías. –Dijo el Pez-. Te estaba esperando. Estoy preparado para mi último viaje, para volver a donde nací. Allá, a las montañas de donde tú vienes. Rápido, entra en mi boca, te llevaré conmigo. Has de terminar lo que has empezado. Tashada no hizo preguntas y se introdujo en la boca del salmón. Cuando el Pez volvió a abrir la boca, Tashada salió y pudo ver que estaba en el estanque de las Dos Cavernas Gemelas. El Pez le explicó a Tashada, que si los embalses existían, era por el agua que escapaba por las cavernas y sus grutas; renovando, nutriendo así el agua de Aquí y de Allí. Confesándole y confiándole el secreto. ¿Qué debo hacer ahora? -Preguntó Tashada al Pez-. Sólo tú lo sabes. –contestó el salmón, que presto comenzó a saltar arroyo arriba-.
.

No hay comentarios: