31 julio, 2011

EL PUEBLO DE LAS OLLAS. (Página nº8).

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Joaquín no puede encontrar la pieza necesaria, debe desprender un trozo mayor y más pesado para luego en el pueblo ya buscarlo entre todo ese pedazo con más calma. Me pidió que le ayudara a transportarlo porque en realidad era muy pesado. Llevó un largo esfuerzo para el ancho espacio que tuvimos que recorrer con ese armatoste acuestas. Joaquín estaba tan nervioso que no escuchó ni uno sólo de los aullidos del cachorro, o igual yo estaba tan nervioso que los escuché todos. Sabía que no iba a morir ahí, porque después no fue para tanto lo que tardamos en salir al pueblo, o nadie le prestó demasiada atención al Olvido, o a caminar bajo Él. Salimos detrás de la casa de Luis Herrero (el herrero del pueblo, por la duda), que rápido nos advirtió y nos ayudó a serenarnos. Pudimos pisar tierra firme fuera de la niebla, una tierra que no te va tragando poco a poco por más que luches, y, si no luchas también termina por tragarte. Es el agua, remansa quieta suspendida en la niebla, pero al mínimo contacto forma gotas que caen y caen y caen; caen al suelo. Pero ahora piso el piso del pueblo. Reconozco el piso del pueblo, como lo reconoce Joaquín que derrotado se derrumba al suelo, yo caigo con él, suelto el trasto de mis manos como Joaquín lo suelta y el trasto rueda un par de giros y golpes. Extiendo los brazos y las piernas, todo mi cuerpo toca el suelo, y no me hundo en el fango, mi cuerpo descansa sobre la dura roca, la consolada piedra. El cachorro llora, sale del bolsillo de mi abrigo de plumas impermeables, busca mi cara, lame mi boca, sigue llorando pero se mea sobre mi pecho, un calor agradable abriga mi pecho, y aún lame más mi cara; Joaquín grita mi nombre… lo grita alto y fuerte. Grita AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA. Pero yo le agarro la mano y grito con él. Y grito su nombre. AAAAAAAAAAAAAAAAAA.

Aún no le he puesto nombre al cachorro, seguro Manuel se lo pondrá. Pero ya tiene lugar en el pueblo, porque igual yo, yo sí podría haber muerto esa noche, igual, pero no con el cachorro conmigo, porque él hubiera muerto igual, pero no le puse nombre, Manuel se lo debía poner, y Manuel está en el pueblo, eso es el pueblo, Manuel le pondrá nombre a este cachorro que por él sigo vivo. Por los escalofríos que recorrían al cachorro, supe que ese día no íbamos a morir. Lo supe. Escucho los Gritos del Herrero. Estamos en casa del Herrero. Aquí. Estamos aquí. JAJAJAJAJAJA.

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