04 julio, 2011

Cuento Infantil. Basado en el "Corazón delator" de Poe.

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Taller de narración infantil (La Plata, Buenos Aires).





Jose Manuel recuerda perfectamente el día que le preguntó a su papá qué era ese ruido que escuchaba y sentía dentro de su pecho; y entonces su papá le habló del corazón. Su papá le dijo, que si fuéramos capaces de escuchar el sonido del corazón de una persona, no nos haría falta conocer más de ella.

A partir de ese día, Jose Manuel comenzó a prestar atención a su corazón. En el patio, cuando jugaba con sus compañeros al futbol, y corría y corría por toda la banda, su corazón casi parecía salírsele del pecho; una sensación parecida sentía cuando hacía gol, pero esta era mucho más intensa y placentera, esta sensación le hacía gritar, y saltar y levantar los brazos y gritar GOOOOOOOOOOOOOOOL. Sentía algo también parecido cuando “la seño” lo llamaba para que saliese a la pizarra para resolver algún problema, ahí, el corazón parecía bajársele al estómago, como cuando Lucía le miraba a los ojos, ahí también lo sentía en el estómago pero diferente. También cada vez que Raúl, su compañero de clase, le arrebataba el juguete que él había agarrado primero, ahí el corazón parecía subírsele a la cabeza de sopetón, pero cuando iba despistado por la calle, y olvidaba que su vecino Ramón tenía a Bruto, un perro San Bernardo, y al llegar a la reja del jardín Bruto ladraba por sorpresa, el corazón se le caía a los pies.

Aprendió también a escuchar el corazón de los demás. Al despertar, el corazón de sus papás, parecía uno, su sonido era tan fuerte que atravesaba las paredes hasta llegar a su habitación. El día que no los escuchaba, era porque su papá o su mamá estaban preocupados, esto lo adivinaba cuando todos se sentaban en la mesa a desayunar; unos días era su papá, otros su mamá; pero al llegar la noche, sus corazones volvían a ser uno. La gente con la que compartía el colectivo hasta llegar al colegio, cada uno, como decía su padre, tenía su propio sonido. Sus compañeros de clase… El sonido del corazón de Lucía… era tan… tan… lindo… tan lindo. Bruto también tenía corazón, si el corazón de Bruto estaba tranquilo, no ladraba; para que el corazón de Bruto estuviera tranquilo, Jose Manuel debía hacer ruido para advertir a Bruto su llegada, por eso cantaba o hacía sonar sus llaves, o caminaba zapateando antes de llegar a la casa de su vecino Ramón, para que Bruto lo escuchase y advirtiera su presencia.

Jose Manuel se muda de barrio, pronto tendrá una hermanita, y su abuela, que como dice su papá, ya está muy mayor, se muda a vivir con ellos, por eso que necesitaban una casa más grande.

La primera noche en la casa nueva, tuvo una pesadilla .Tiene una pesadilla. Lo peor de lo peor le ocurre, lo peor, no sabe que está soñando, pues es su primer sueño, al menos con tanta conciencia. Sus papas están muy preocupados y él mucho más. Está tumbado en la cama, mirando a la puerta, el pomo se gira lentamente, la puerta comienza a abrirse, una sombra que no reconoce está entrando en la habitación a pasos cortitos, parece ser su abuela con unas tijeras en la mano, es su abuela, se arrodilla y caminando a gatas, se esconde bajo la cama. Jose Manuel comienza a llamarla a gritos, pero su abuela no responde, llama también a sus papás, pero nadie responde. Cuando todo está perdido, se mea de miedo y despierta aterrado. Al descubrir que está en su cama, en su nueva habitación, está amaneciendo, está todo mojado, pero se duerme. Tranquilo.

Su madre lo despierta rápido. Se olvidó de poner el despertador; ese día no sonó a las seis y media. Sus papás se despertaron a las ocho; todo era prisas. Ese día, su mamá no le regañó, no le retó por haberse hecho pis en la cama. Rápido lo vistió y rápido lo llevó al colegio.

Jose Manuel no puede dejar de preguntarse qué sucedió esa noche. Si sucedió de verdad, y por eso sus papás no le hablan como de costumbre, corren, y corren de un lado a otro. Jose Manuel ese día desayuna sólo en la mesa de la cocina. Ese día al despertar, no escuchó el corazón de sus padres en su habitación, sólo se escuchaba el suyo. Cuando se sentaron a desayunar, sólo podía escuchar su corazón, tenía que prestar mucha atención para escuchar el corazón de su papá o de su mamá. El suyo hacía demasiado ruido. El de su mamá sonaba preocupado igual que el de su papá. No pudo escuchar en el colectivo ningún ruido de corazón, sólo podía escuchar el suyo, que latía cada vez más fuerte. En clase, su corazón hacía tanto ruido que creía que sus compañeros eran capaces de oírlo. No le importó que “la seño” le llamase para salir a la pizarra, su corazón latía igual, ni que Lucía la mirase a los ojos, su corazón seguía igual, ni correr por la banda jugando futbol o hacer gol, su corazón seguía igual; ni el ladrido de Bruto por sorpresa hizo estremecer a su corazón que seguía igual. Cuando llegó la hora de dormir, su corazón fue a más. De nada sirvió que su papá le leyese un cuento, o que su mamá revisara todos los rincones antes de apagar la luz. Su corazón latía y latía y latía tan fuerte que no le dejaba dormir.

PUM PUM, PUM PUM, PUM PUM…

Jose Manuel se levantó, fue a la habitación de sus papás, se metió entre ellos y les contó lo que le sucedida. Sus papás le dijeron que HABÍA TENIDO UNA PESADILLA. Teníamos sueños buenos y sueños malos. Esa noche había tenido un sueño malo.
Esa mañana al despertar en la habitación, Jose Manuel solo podía adivinar un solo latido de corazón, no recordaba que el sonido del latir de corazón de sus papás fuera igual que el suyo y los tres sonaran como uno. No recordó la diferencia entre los sueños buenos y los sueños malos; él no recordaba ningún sueño bueno, lo que sí recordó aquella mañana Jose Manuel fue el día que le preguntó a su papá qué era ese ruido que escuchaba y sentía dentro de su pecho; y… que… entonces su papá le habló del corazón.

- Hoy llega la abuela, vivirá con nosotros. Dormirá en tu habitación hasta que terminemos de pintar la suya. -Le dijeron sus papás-. Mira lo que te hemos comprado. ¡Ábrelo! Es para que no tengas miedo en la noche. Te ayudará a dormir. Él será tu nuevo amiguito en tu nueva casa. -Sus padres le regalaron un peluche, era un sapo tricolor cien por cien algodón-.

Ese día, sus papás calcularon mal la ruta y el tiempo para llevar a José Manuel al colegio. Como el barrio, todo era nuevo, y ese día llegaron demasiado temprano al colegio. Aún no había llegado nadie, sólo el conserje y la directora del colegio. Los papás de José Manuel lo dejaron allá, en el patio del colegio. Pronto llegarían, eran las ocho en punto de la mañana, las clases comenzaban a las ocho y media. José Manuel está sólo en el patio. Nunca estuvo sólo en el patio de recreo, o en el cole. Ahora estaba sólo… pesó en su amigo Sapo, abrió su mochila y lo sacó para jugar. Juega con Sapo por todo el patio hasta llegar a la fuente del colegio. Una fuente redonda de apenas veinte centímetros de profundidad, suficiente para que Sapo pueda jugar sin ahogarse, porque aún no sabe nadar, es muy pequeño. Sapo está relleno de algodón, que poco a poco se va empapando y pesando más. José Manuel tira de una pata de Sapo para ayudarle en su salto de espaldas, al tirar José Manuel de la pata de Sapo se la arranca sin querer, Sapo está tan mojado que los hilos de sus costuras cedieron. José Manuel aterrado mira la pata de Sapo en su mano. Sapo da vueltecitas en espiral hacia el desagüe de la fuente. José Manuel tira de una mano de Sapo, también se la arranca, Sapo por estar tan mojado, pesa tanto que todas sus costuras comienzan a ceder. José Manuel ahora tiene en su mano una pata y un brazo de Sapo. Sapo cada vez se alejaba del borde de la fuente hacia el centro, hacia el desagüe. En un intento desesperado, José Manuel metió su pierna dentro de la fuente para conseguir agarrar a sapo de la última extremidad que le quedaba, al tirar de ella también la arrancó. Sapo quedó con la cabeza dentro del desagüe, atorándose y taponando con su cuerpo el desagüe. El nivel del agua de la fuente comenzó a subir hasta rebosar. José Manuel se mojó todo casi de cintura para abajo, como cuando se hacía pis en la cama. Decidido a rescatar a su amigo Sapo, se metió entero en la fuente y agarró el cuerpo de Sapo, que ahora estaba perdiendo relleno de algodón, al tirar de él, el tronco de Sapo parecía desmenuzarse, como un pedazo de pan bajo el agua. José Manuel pensó haber perdido la cabeza de su amigo Sapo por las cañerías, pero decidió meter el brazo por el agujero y la encontró, allá estaba. José Manuel salió todo mojado de la fuente con su amigo Sapo sobre sus brazos hecho jirones y pedazos. Poco a poco la gente se iba juntando en la puerta antes de entrar, la Directora debía recibir a todos los papas en la puerta antes de dejar a sus hijos. José Manuel observó que algunos de sus compañeros de clase ya caminaban por el patio y se acercaban a él. Abrió su mochila y guardó a Sapo. No quería que nadie supiera lo que había ocurrido con Sapo. Cuando sus amigos lo vieron todo mojado, se rieron de él al pensar que se había caído a la fuente, y que por esa vergüenza, José Manuel no respondía nada sobre lo ocurrido a las preguntas de sus compañeros. José Manuel quedó callado, prefería que sus amigos pensasen que era un torpe antes que contarles que había destrozado a su amigo Sapo.
Cuando llegó a clase y tuvo que sacar sus colores y su cuaderno de colorear, contempló que todo estaba mojado, hasta la merienda que su mamá le había preparado estaba mojada. La mochila también estaba mojada, y comenzaba a gotear. La seño lo llevó a cambiar. Cada niño guarda en clase una muda limpia por la duda o casos como este. Cuando regresó a clase con sus compañeros, bajo su mesa y su silla, se había formado un charco de agua. Agarró un trapo de piso y lo secó. Ese día sólo pensaba en que terminara, regresar a casa y mirar a su amigo Sapo, que aún no tuvo la oportunidad de pararse a mirarlo.

Ese día vendría a buscarlo su abuela, así informaron a la señora directora los papás de José Manuel. Pero José Manuel se despistó entre el pulular de todos los padres que venían al colegio a buscar a sus hijos y marchó para casa.

Cuando la abuela de José Manuel llegó al cole para buscarlo, José Manuel ya no estaba, nadie podía encontrarlo, y terminaron por avisar a sus padres. José Manuel recordó que a la casa a la que se encaminaba ya no era su casa. Bruto ladró tan fuerte como nunca, pero esta vez José Manuel ni se asustó ni se estremeció. José Manuel se preocupó porque recordó que aquella ya no era su casa. Sin importarle ni la envergadura ni la ferocidad de Bruto, llamó a la puerta de Ramón para pasar. Ramón, inmediatamente llamó a sus padres, que rápidamente llegaron. José Manuel pudo observar la cara de preocupación y de enfado que había en los rostros de sus papás. Su abuela esperaba sentada atrás en el auto también muy preocupada y con lágrimas en los ojos culpándose de todo lo sucedido por su torpeza al estar ya tan mayor. Todo se convirtió en riñas y gritos para José Manuel hasta llegar a casa, pero a José Manuel no le importó, de momento nadie le había preguntado por Sapo.

Cuando José Manuel llegó a su casa nueva, sus papás rápidamente lo mandaron a su habitación hasta la hora de cenar. José Manuel marchó sin protestar. Sólo quería llegar a su habitación para mirar de una vez lo que le había sucedido a su amigo Sapo.

Al entrar en la habitación guardó la mochila bajo la cama. Se recostó sobre ella, como para tomar aliento para abrir la mochila. Se da cuenta que no está en su cama, pero sí en su habitación. Se recostó sobre la cama de su abuela, escondió la mochila bajo la cama de su abuela. Reconoce las camas por el acolchado. Saca la mochila de una y la meta bajo la otra. Bajo la cama de su abuela quedó un charco de agua. Tiene que secarlo. Recompone el acolchado de la cama de su abuela para que no note que se acostó en él. Tiene que secar el agua que hay a los pies de la cama de su abuela. Abre la puerta de su habitación para ir a buscar un paño.

¡NO SE SALE DE LA HABITACIÓN! –GRITARON SUS PADRES FUERTEMENTE Y A LA VEZ-. ¡VUELVE A TU HABITACIÓN!

José Manuel no sabe con qué secar el agua que hay a los pies de la cama de su abuela. Mira su cama, también hay agua en el suelo. Sapo vacía toda el agua de su algodón. Se desnuda, agarra su pijama y su calzoncillo. Seca con ellos el agua. Imagina que si su mamá lo encuentra desnudo en la cama, pensará que se quitó el pijama y los calzoncillos porque se hizo pis. El pomo de la puerta se gira, la puerta de su habitación se abre de apoco. Es su abuela quien entra en la habitación. ¿Por qué estás desnudo? –Pregunta su abuela-. Porque iba a acostarme. _Responde José Manuel_. ¿Y el pijama? –Pregunta su abuela-. Está bajo las sábanas de mi cama, _dice José Manuel_, me lo pongo en la cama. Bajo las sábanas de José Manuel estaba el pijama y los calzoncillos mojados con los que había secado el agua. Su abuela se dispone a arrodillarse. ¿Qué haces? _Pregunta José Manuel_. Miraré bajo las camas y en el armario para asegurarme de que no hay monstruos ni fantasmas, como me dijo tu mamá. –Respondió la abuela-. No es necesario, ya miré yo, y no hay nada. ¿Tan valiente fuiste? Si, y no hay nada. Aún así me aseguraré, mejor que miren dos a que mire uno sólo. No hay nada de verdad abuela te lo digo. Mira ven a mi cama, cuéntame un cuento mientras me pongo el pijama, luego yo te cuento uno mientras tú te pones el tuyo. ¿Quieres abuela? Si.

José Manuel consiguió apagar la luz sin que su abuela notara nada. Pero José Manuel no conseguía dormirse, y cuando lo consiguió tuvo una pesadilla tan terrible que su abuela tuvo que levantarse para despertarle de tantos gritos como daba.
Abuela, es una pesadilla. –Dijo José Manuel-. Si. ¿Estás bien? _Le preguntó su abuela_. Si. ¿Te hiciste pis José Manuel? No. ¿Por qué dices eso abuela? Porque sobre los pies de tu cama hay… tengo los pies mojados.

José Manuel confesó todo a su abuela. Esta, le dijo que no se preocupase y que durmiese. Cambió sus sábanas mojadas por otras secas. Sacó a Sapo de la mochila y también lo puso a secar. Duerme y descansa que mañana has de ir al colegio, cuando regreses, verás como Sapo se encuentra mejor.

Su abuela recompuso y remendó a Sapo. Parecía que nada le había sucedido a Sapo. Que todo hubiera sido una pesadilla. Esto pensó José Manuel cuando a su regreso del colegio, encontró a Sapo en el cabecero de su cama, sobre su almohada, en perfecto estado. Cuando su abuela entró a su habitación. Los corazones de José Manuel y su abuela, latían igual, parecía que compartiesen algo. Cada uno contó un cuento mientras el otro se ponía su pijama, antes de apagar la luz. Dulces sueños decía uno, que descanses decía otro.

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1 comentario:

maga dijo...

mientras escuchábamos esa tarde,
tenía sobre la falda 3 niñas en actitud atenta,
todas(pero sobretodo yo)deslumbradas por el narrador de esta historia.
b r i l l a n t e