04 julio, 2011

EL PUEBLO DE LAS OLLAS. (Página nº6).

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Ya he metido la cara en el barro y una mano. Sólo llevo sesenta y siete pasos, sin noticias de Joaquín al otro lado del cable, ni noticias del pueblo o luz frente mis ojos. Casi que estoy dando los pasos a cuatro patas, y ya no sé si son setenta o setenta y dos. Ahora mis pasos son laterales, para hacer más aproximada la conciencia de sedal que me queda, antes de llegar al final del carrete. Tengo que descansar. Aquí y ahora. No sé los pasos que llevo, qué más da. El final lo pondrá este hilo. Igual Joaquín cortó el sedal. Sabría que saldría a probarlo. Por qué no. El plan es perfecto. Así nada tendría que confirmar, ni ante él ni ante nadie, y verdaderamente estamos perdidos porque se quiso perder. Sólo tiene un fallo; hoy no moriré, no aquí, sobre este barro, bajo esta niebla, perdido de nada. Manuel ha de conocer donde está, al menos saber dónde se encuentra. Después que decida. Cómo que aún queda sedal. No es posible. No puede ser… veo la luz. Ahí está el pueblo. Tenía razón. Hoy no moriré. Joaquín… Joaquín… Ahí está el pueblo… Estaba en lo cierto. Joaquín… Joaquín no me oye. Quizá no grito lo suficiente, quizá el barro llena demasiado mi boca, me falta tanto el aire, ha sido tan grande mi esfuerzo, que quizá esté exhausto y grita mi conciencia, pero no mi voz. No puedo emitir sonido. Quizá aquello tampoco sea el pueblo, que sea mi conciencia quien quiere que vea la luz, que vaya a la luz. Joaquín… Joaquín… JOAQUÍN… escucho repuesta. Viene en mi ayuda. Me escuchó, y sigo viendo la luz. Hoy no. Joaquín, estoy aquí. Joaquín, mira… dime que tú también la ves. Vamos sí, regresamos al camión. No te preocupes, sólo hemos de seguir el hilo. Putos “TAMAGOCHIS”, putas mascotas virtuales… que sólo trajeron dolor. Después del Tamagochi… solo quedó dolor. El cable, un hilo de sedal. Cien metros enredados, enterrados bajo el barro. Todo lleno de barro, barro pegajoso y agotador, no fango asfixiante, pesado barro, Joaquín y yo, enterrados en el barro, enredados en un cable de sedal, totalmente a oscuras y desorientados, dentro de una espesa bruma niebla, “calabobos” espeso.


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