03 diciembre, 2009

LA MUÑECA DE MIS MANOS (PÁGINA Nº DOCE)

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Cuando llegué al hospital para reconocer el cuerpo de Clara Victoria y a mi hermanito, me recibió un señor muy educado, alto y distinguido que se presentó como el Dr. Doble Noble. Me acompañó a una sala enorme; mesa y seis sillas, un sofá triple y otro doble, reposa cabezas y revistas del corazón, naturaleza y ciencia, economía, el hilo musical era instrumental, pero no reconocí ningún tema en las seis horas que me hicieron esperar sola.

Declarar que mi verdadera madre era Begoña de Azúcar, aprovechando que estaba en un hospital para hacerme la prueba de maternidad sería un gravísimo error, pues, hacerme una muestra de sangre a mí, sería un hecho tan revelador como la autopsia de mi padre. Sabía entonces que me esperaba pasar un año incierto hasta poder hacerme cargo de mi hermanito y valerme por mí misma con todos mis derechos.

Después de seis horas, entró el Dr. Doble Noble acompañando a una señora arrugada, con unas gruesas gafas de pasta negra, de cristales anchos y tibios que iluminaban su rostro resaltando sus verdes ojos. El Dr. Noble salió de la sala momento después de habernos presentado, justo cuando la señora arrugada tomó asiento frente mía. Contemplé su intento de estrechar mi mano, supongo que advirtió mi inminente rechazo en el gesto de repugnancia con el que le respondí al instante.

Eres una chica inteligente, me dijo. Creo que sabes lo que se acontece. Muchos papeles que firmar, muchas decisiones que tomar, y aunque eres menor de edad, yo confío en que podrás sobrellevarlo. A tu hermanito también lo llevaremos muy lejos y vais a pasar un año separados. Tu hermanito a penas lo notará, pero tú no has de sufrirlo. Esta es otra etapa más de la vida a la que te has de reponer, seguir luchando. Pero, qué te voy a contar a ti de la vida. Primero tu padre, después tu madre, ahora te separan de tu hermanito, os acunaran entre extraños. Pero un año pasa pronto. Muy pronto. Ahora me vas a acompañar, primero a reconocer el cuerpo de tu madre, después a tu hermanito para que te despidas de él.

La mujer era Clara Victoria, pero no me atrevía a decir que ese no era mi hermanito, por la misma razón que no me atrevía a declarar que Begoña de Azúcar era mi madre. Según la historia de mi padre, cuando todo saliera a la luz, todos querrían ver mi sangre.

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