20 noviembre, 2009

LA MUÑECA DE MIS MANOS (SEGUNDA PÁGINA)

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Creo que todo sucedió en una semana. El domingo amanecí con un joven poderoso y nunca

encontré en la mañana un cuerpo tan sucio y espantoso y su piel estaba quemada por el sol y su

pelo disimulado con una barata goma aromática y su vello destrozado a maquinilla y los poros de

su piel irritados por un exfoliante mal hidratado y sus durezas incomodísimas. Me

despertó el vagido eterno del teléfono. Cuando atendí la llamada con despecho, para mi sorpresa

reconocí la voz del alcalde de mi pueblo. Me querían reconocer como hijo pródigo, después de

esto habló el párroco; Nos hemos hermanado con la capital y confiamos que tus manos son de

santo. Propuso calibrarme las manos para que fuesen al detalle las manos de un santo; San

Tedosio, patrón de mi pueblo; nueva imagen promovida por el obispo de mi capital de provincia.


Al colgar el teléfono no paró de rugir. Esta vez era mi amigo manager informándome que tenía

un anuncio para rodar, crema hidratante en Suecia, y una vez allá, visitar una fábrica de

desalación y

desecación del bacalao; utilizaban modernas formulas para la deshidratación del pescado

basado en las artes egipcias de embalsamar. Conocería gente importante, descendientes de

Disney.

Despedirme del joven vigoroso, viajar a mi pueblo

para que tomasen escáner y radiografía de mis manos, el miércoles aterrizar en Noruega para

anuncio y

visita,

siempre que pudiera estar el sábado en Madagascar, acariciando un viril miembro para

degollarlo a lo glande, en una escena confusa, detalle gore, para una secuencia de desconsuelo de un

hermafrodita en un encuentro consigo-mismo tras tomar un alucinógeno un día en la noche antes
de la cena de Navidad con su familia. Todo en una semana.


Despedí al joven. Facturé una noche más en el hotel. Pedí dos botellas de vino al servicio de

habitaciones y sesenta euros al mozo del vino. Tumbado con las manos en el pecho, mirando el

techo, tomaba, fumaba, pensaba…

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