04 marzo, 2009

CUENTOS Y desCUENTOS DE LA CUEVA DEL GATO

El silencio de mi habitación me procura la solaz intimidad, la generosa y detenida concentración de mi yo para con mi musa y viceversa de ella para conmigo, el deseo y la pasión se confunden en un fuego artificial, en un juego real y viceversa, donde oficios y artificios alcanzan un equilibrio tal que los orgasmos de la imaginación se suceden estrepitosa y súbitamente y viceversa; Cuentos y desCuentos y viceversa; por que no hay que dudar entre dar o recibir, sino viceversa, como la inspiración y la espiración, sístole diástole. Caminante no hay camino, improvisa al caminar, por si es larga la vereda, mejor jugar por jugar a morir o matar. Y la musa cae en mis brazos y bajo la tenue luz la abrigo entre las sábanas y me la llevo a soñar conmigo. Volar.


Martes, tres de Marzo del dos mil nueve. desCuento improvisado.

EL NIÑO RARITO.


El Niño Raro; así lo conocían en su barrio, aunque en realidad se llamaba Wenceslao.

Al nacer al quinto mes de gestación; debido a una ingestión masiva de perejil por parte de su madre que consideró a Wenceslao como un embarazo no deseado, sufrió una metamorfosis al terminar de gestarse entre unos algodones nada higienizados ni esterilizados. Sus orejas eran tan grandes y despegadas como las de un elefante africano, la nariz tan pronunciada como un tapir, lengua de oso hormiguero, el bigote de su madre, los ojos como fuentes anchas y planas de ensaladas, largos brazos de orangután, tronco corto de cocoroncó e instinto nato de ñu. Sufría una halitosis aguda crónica. Wenceslao no pertenecía a este mundo, al menos al natural, o lo que se entiende por Madre Naturaleza o Pacha Mama.

Sus dos únicas amigas eran Consuelo, una niña muy mona, pero como Wenceslao sufría de eyaculación precoz, nunca conseguía relajarse con Consuelo por lo que no llegó a fraguar una intima amistad con ella, y desconsolado acudía a su otra amiga, su Madre, que lo recibía entre abrazos y besos. Sobrevivían gracias a la caridad de la gente del pueblo que, por su bondad o simplemente por que aquella imagen les provocaba lástima, hacían todo lo posible para que la madre estuviese en constante cuidado y vigilancia de su hijo; pues cuando Wenceslao se escapaba y algún vecino se lo cruzaba por la calle, el vecino, del susto, casi levitaba de infarto mortal de necesidad. Toma y cuida de tú hijo raro –Decían las vecinas mientras dejaban sobre la palma de la mano de la Madre su caridad-. La madre y el hijo apenas salían de la casa por que incluso las vecinas les hacían los recados.

Una amiga de la madre, le propuso que visitara al Dr. Tripis, licenciado en Química Onírica y Filosofía Aplicada. El Doctor hizo innumerables pruebas a Wenceslao, físicas y químicas. The Doctor terminó por darle a la Madre dos opciones; podía cortarle las piernas a su hijo para convertirlo en el Niño Caracol, y deambular con él por todos los circos del mundo, gracias a su eyaculación precoz lubricaría el suelo por el que se arrastrase sin sufrir ulceras, o Consultar a su amigo el Dr. M_demda.

Wenceslao, al ver que no lo consideraban, estalló en cólera como un terremoto despierto y escandaloso, escapando por la ventana con lo puesto. Llegó a su casa, sacó los ahorros de debajo del colchón, llenó su mochila con lo justo y marchó en el InterRail.

Nada más salir de su pueblo, observó que los ojos de la gente le miraban diferente. Lo saludaban, se interesaban por él. Aunque cada país era cambiaba, su sensación con los demás y estos hacia él no era distinta. Le ofrecían casa, y desayuno, comida, cena, ropa limpia. Cruzó toda Europa, hasta llegar a la ciudad de Kolari, en Finlandia. Aún más al este llegó a rastras. Casi congelado, fue rescatado por una anciana muy anciana. La Anciana poco a poco le fue dando calor, le hizo tomar una pócima que ella misma preparó, disuelta en agua tibia que poco a poco fue calentando. Wenceslao cuando despertó, contempló ante sus ojos al ser más bello que jamás conoció. Quería darle todo el amor que ella le procuró. Quería corresponder de igual manera, y le pidió casarse con él. Para ello debía conocer a su madre.

Con forme sucedían los días, algo iba cambiando en Wenceslao, su aspecto físico mejoró al punto de poder ser canonizado. Su planta, su alzado, su perfil. Dos semanas tardaron en llegar al pueblo. Su madre lo reconoció por su aliento insecticida, lo único que no mejoró en él. Rápidamente hizo correr la voz entre sus vecinas de la llegada y el cambio tan elevado de su hijo. Las vecinas no tardaron en personarse para verlo con sus propios ojos. Su fétido aliento lo delataba, sin duda era él. El Alcalde lo recibió por todo lo alto montando una macro_fiesta en la Plaza del Pueblo. El Dr. Tripis puso y dispuso la diversión. Wenceslao preguntó por su mujer. El pueblo no supo contestar, por lo que Wenceslao aún más enfureció. Se la trajeron hasta sus pies. Había muerto. Muerta. Gritó enfurecido. Toda la noche la pasó velándola y bebiendo sin cesar. Culpó al pueblo por la muerte de su mujer, iracundo, hizo acopio de toda la gasolina que pudo e incendió esa misma noche el pueblo entero. Por la mañana, despertó debajo de un puente, junto a la orilla del Río Guadalmagazagana. Fue a lavarse la cara al río, con la fresca agua de la mañana y advirtió en su reflejo que algo había cambiado. Reparó y contempló que tornaba a resultar un deformado.

Comprendió entonces, con ayuda de su madre, que el amor nos hace bellos y el odio unos monstruos. Volvió a amar y fue correspondido.

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1 comentario:

MariaH dijo...

este cuento me gustó mucho... de alguna manera, me identifico con el niño... menos con lo de quemar el pueblo!