17 septiembre, 2008

UN DÍA PARA RECORDAR

Cuenta la leyenda que todo empezó con la llegada de un extranjero al pueblo. Tanto tiempo hace, que en ese pueblo apenas se conocía la palabra escrita; extraño y raro era encontrar un libro o una cuartilla y pluma en ninguna casa.
Aquel extranjero fue bienvenido y recibido. Y quiso conocer al pueblo. Su forma de vida, sus costumbres. El idioma era una barrera importante, pues apenas hablaba ni entendía el español. Peor fortuna tuvo cuando preguntó por la existencia de libros donde se recogiese la historia del pueblo. El pueblo no había escrito su memoria; esta se transmitía de boca a oído. El extranjero no daba crédito a los acontecimientos. No podía comprender por qué nadie se hubiera preocupado de recopilar los recuerdos del pueblo.
- Qué ocurriría si una desgracia desbastara al pueblo. Se perdería en el olvido. –Dijo el extranjero-.
- Por qué ha de ocurrir nada. –Contestó el pueblo-.

Al año siguiente, por las mismas fechas, el extranjero regresó con su español mejorado, interesándose mucho más por el pueblo. Al marchar, dejó en la fuente de la Plaza Mayor del pueblo, una libreta en blanco con un solo pensamiento escrito; agradeciendo al pueblo su hospitalidad y cuanto había significado su estancia en el pueblo. Así lo hizo durante muchos años. Un año, para su sorpresa el pueblo lo estaba esperando con un recibimiento, tan temprano como el amanecer, con un desayuno en el que todo el pueblo quiso participar; un vecino puso leche, otro vecino pan, otro dulces, mantequilla, mermelada, rica miel, aceite. Después de reposar el desayuno, el pueblo volvió a sus quehaceres mientras él se quedaba jugando con los niños, toda la mañana la pasaban cantando, jugando y contando. Cuando el medio día se presentó en el pueblo; el extranjero buscó sombra donde descansar, pero el pueblo preparaba otra sorpresa. Esta vez con vino, queso, huevos, tomates, patatas, ajetes tiernos, clavo, canela, azafrán, hubo incluso quien puso carne con sabrosas salsas, y todo olía que alimentaba. Con la tarde, y el estómago lleno, el pueblo se relajó en la plaza. Los más mayores compartían experiencias con el extranjero, de cuando jóvenes, de cuando viejos, y se retaban en juegos de improvisación; la experiencia del aventurero con la sabiduría de la edad, así pasaban la tarde, entre canciones risas y palmas por alegrías.

Al extranjero le gustaba ver el atardecer en lo alto del pueblo, los vecinos también lo sabían, y uno a uno se fueron sentando todos junto a él a contemplar el atardecer. En silencio. Cuando apenas quedaba sol en el horizonte, el pueblo dio la última sorpresa del día al extranjero. Durante todo el año; cada vecino escribió un pensamiento sobre el extranjero y lo que suponía para ellos su paso por el pueblo. Llenaron la libreta. En agradecimiento, sacó su guitarra y estuvo durante toda la noche tocando dulces melodías, cantando lindas canciones, hasta que el último habitante del pueblo se marchó a dormir. El extranjero regresó cada año al pueblo, dejando una libreta en blanco con un solo pensamiento escrito, al año siguiente la recogía llena de pensamientos recopilados por todo el pueblo.

Un año el extranjero no regresó jamás; pero el pueblo siguió celebrando ese día por si regresaba algún año. Desayunaban todos juntos al amanecer y pasaban toda la mañana jugando, cantando y contando, al caer la tarde buscaban sombra para comer y pasar la tarde compartiendo experiencias he improvisando historias. Siguiendo al sol en su caminar, al atardecer llegaban a lo más alto del pueblo, y mientras el sol caía, leían en voz alta todos y cada uno de los pensamientos para hacérselos llegar al extranjero allá donde estuviese.

Y así lo han estado haciendo hasta nuestros días convirtiéndose en un día especial en el calendario del pueblo, al que llaman, Un día para recordar, para así recordar la memoria de aquel extranjero y agradecerle que, ahora el pueblo disfrutaba de dos memorias, la oral y la escrita; pues cada año, también, al día siguiente, en la fuente de la Plaza Mayor, aparece una libreta en blanco con un solo pensamiento escrito.

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