28 diciembre, 2008

SANTOS INOCENTES

Este año ha sido todo un camino para mí. En lo personal y en lo profesional. Dedicarme por completo a vivir del cuento, y a la vez, haber de vivir en la más completa realidad. Con su felicidad y con su melancolía. Ya soy algo viejo, no puedo sacarme el carnet joven, por eso desprecio la melancolía.

Hice El Camino de Santiago, me quedo con una frase y con una foto. La frase que leí en el primer albergue donde llegué. Decía: “Deja aquí lo que quieras. Coge de aquí cuanto necesites”. Yo portaba una mochila que no dí cuenta de lo que pesaba hasta la quinta jornada; me cargué para una misión de cien días prediciendo cualquier altercado del camino. Al quinto día debía de abandonar por que mis pies, lo último que querían era pisar el suelo. Veintiocho kilos pesaba la mochila cuando empecé, terminé con doce kilos. Me dijeron: “Tienes dos problemas. Uno, tu mochila pesa demasiado, por el camino encuentras de todo, no necesitas tanto. Dos, no sabes caminar. Apoyas mal los pies y este camino es muy largo. Descansa.” La misión de cien días tampoco fue (por otras razones), pero fueron cuarenta y tres días caminando sin cesar. Que sensación cuando me monté en el autobús; las distancias eran tan cortas, apenas sin paisaje. Roncesvalles, Finsterre, Cuenca, Valdepeñas, Vilches. España campeón de Europa. Cuanto me deparó el camino.

La vida no es más que otro camino. Todos cargamos una mochila, de nosotros depende, al menos llevar felicidad, para dejarla y cogerla, para compartirla. La melancolía, aparcada en el fondo de la estantería. También, por qué no, para quien la quiera. La vida es bella, verdad. El fénix renace de las cenizas y la primavera del hielo, verdad. Si angosta viene la vereda, tortuoso el camino, yo, al menos respiro. Me confieso vivo. Vendrán furiosas las primaveras, disgustados lo otoños, orgullosos inviernos y veranos veranos veranos. Hoy se cobran inocentadas, mañana será otro día y al siguiente otro año vendrá. Frente las 2009 velas de esta tarta de cumpleaños que nos ofrece nuestro calendario, deseo con todo el aire que me da el pecho, con todo el ruido de mi corazón, que este año que viene seáis más felices si cabe. Amor que nunca falte. Paz, qué no entiende este mundo de la palabra paz. PAZ por encima de todas las cosas. Nos volvemos a ver el año que viene para intercambiarnos las mochilas. Contarnos y desContarnos. Pesen más las filias que las fobias.

La foto es esta.







Es Burgos, en el Campo Universitario después de la fiesta del sábado noche. Yo amanecí el domingo en Atapuerca, y al llegar a Burgos, en medio de toda aquella resaca del macro fiestón_botellón, encontré esta imagen. Y por ella escribí este cuento.


Paloma.

Paloma con sus huesos de cristal nunca fue una chica normal. Miraba de lejos a los niños como montaban en columpio o se arrojaban sin miedo por el tobogán. Muñecas nunca le faltaron pero si con quien jugar. Era tan delicada como una hebra de azafrán. Nunca anduvo sola, siempre en compañía de los demás.

La tarde de sus catorce cumpleaños despistó a sus papas y salió sola a caminar. Ya no lo hacía con los pies, pero ella le llamaba caminar. Los tobillos se le rompían con tanta facilidad, que terminó por aceptar desplazarse en silla de ruedas para evitarse ese mal. Llegó hasta El Parque de la Felicidad. No miraba la copa de los árboles por temor a que el cuello se le partiese al desequilibrar, la cabeza sobre sus hombros.

Vigilante del camino y de sus movimientos, se tomó su tiempo hasta llegar a la pista de skater. Se colocó en el centro, y poco a poco, como una ola que emborracha lentamente a la orilla en su bamboleo, comenzó a coger inercia. A cada vaivén volaba un poco más alto. Comenzó a dibujar figuras, instantes quietos, caídas libres. Descubrió al chocar contra el suelo desde tan alto, que sus huesos no eran de cristal sino huecos como los huesos de los seres de aire, y observó entonces sus alas y remontó súbito el vuelo, abandonando en el suelo todo cuanto a él le lastraba. Subió tan alto hasta confundirse con el azul del cielo. Aquella tarde su deseo de cumpleaños se hizo realidad. Paloma nació para ser un ave y por siempre volar.


Leed a Miguel Delibes, santos inocentes. Si queréis, claro está.

No hay comentarios: