02 octubre, 2008

DESDE MI SILENCIO

¡Te sientas frente a mí sin esperar nada! Mi ataque será súbito. Con tu cara de muñeca desprendida y tus manos azarosas. De tu cuello no hablo, me provoca melancolía. Si bajo mi mirada por tus pechos me remanso en tus pezones despiertos de frío. Doy un rodeo por tu vientre para salvar tu ombligo. No seré el primero; otros ya habrán dicho que de tus caderas se quedan con el frente, de tus piernas, muslos y pantorrillas, pero antes me recrearé por detrás de tus rodillas, y, llegado a tus tobillos besaré tus pies para después elevarme al cielo de tu boca y dejarme otra vez caer. Que bellos tus ojos.

Mójate aunque no seas fuente,
córrete aunque no seas río,
ábrete como si fueras valle,
que mi macizo penetrará tus carnes, y
seremos todo excepto personas, y
nos amaremos como animales
mordiéndonos la piel y
el corazón si nos conviene.

Tanto me jode que en momentos como este surjan temblores en mis manos. Claro, no me conoces, y te puedes preguntar: “¿Tiembla por que está nervioso o soy yo acaso quien acelera su sangre?”. Quedas quieta; todo en ti queda quieto, pero puedo adivinar que dentro de ti algo se estremece, por que acude a tus labios una humedad extraña. Ahora son mis pies quienes tiemblan, como para darme un empujón y llevarme a tu costado. “Ánimo valiente”, me grita el corazón. Debe ser verdad y tienes razón que te siento tan fuerte que me pienso pequeño, y sólo puedo contemplarte desde mi lejanía. Desde mi silencio.

No hay comentarios: