28 agosto, 2008

DE QUÉ DEPENDE

El teléfono vuelve a sonar mientras él sale por la puerta con un niño en sus brazos envuelto en una manta. En el rellano de la escalera se sorprenden dos vecinas con el ruido del portazo y observan sin perder detalle como el Doctor Vega baja los dos tiros de escalera, murmuran. Con el final de la escalera callan los pasos, mientras, la voz de una vecina aún rueda peldaños abajo pudiéndose escuchar:” - ¡Ese no es su hijo!”

Sale a la calle con el corazón acelerado, como queriéndosele escapar del pecho. Comienza a caminar y a concentrarse en su respiración para calmar su pulso. Al llegar a la parada de autobús comienza a sudar. Sube, paga dos billetes y sin entablar ningún tipo de conversación con el conductor busca un asiento al fondo del autobús. En la cuarta parada una mujer se sienta a su lado, ella intenta entablar una conversación pero él la obvia. La mujer se preocupa por el niño: “- ¡Qué lindo niño! ¿Siempre está tan tranquilo?”. Él la ignora levantándose inmediatamente para bajarse en la siguiente parada aunque esa no sea la suya sino la próxima. El rostro de la mujer se aterroriza al ver el gesto del niño cuando el Doctor Vega le da la espalda al bajarse del autobús.

Nadie en la calle. Nadie en su camino. Tres calles a la derecha y al fondo el parque. Calle Portillejo, calle Molino Viejo. Calle Alta, Parque Del Cerro. Se dirige con la mirada fija hacia unos arbustos altos, se confunde con el fondo hasta perderse en ellos. En un pequeño claro que los arbustos hacen en el centro deja caer al niño en el suelo. Desentierra una pala que el día pasado había enterrado él.

Ayudado de la pala, hace un hoyo mucho mayor donde entierra al niño. Regresa a su casa. Las vecinas aún siguen en el rellano. El teléfono sigue sonando como un vagido eterno. Entra en el piso y se dirige a la cocina, abre el congelador y saca un maletín azul. Vuelve a bajar a la calle y para un taxi: “- ¡Al hospital!”

Paga al taxista y entra al hospital con el maletín en la mano, una enfermera que estaba en Información lo reconoce y llama su atención a gritos: “- ¡Doctor Vega! ¿Dónde ha estado? Llevamos todo el fin de semana intentando comunicarnos con usted. ¡Por fin apareció un donante! Esta misma mañana entró en quirófano. El Doctor Mocay fue el encargado de transplantarle el corazón a su hijo. La operación a sido todo un éxito”.

El Doctor Vega queda noqueado mientras se le escapa el maletín de la mano dejándolo caer al suelo.

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